Solo el enigma.
Había llegado al reino que alguna vez vislumbró en sus visiones. Como una gran eclosión, en crisálida de ensueños, hacía su aparición en tierra prometida, como una revelación de la esperanza como el brote manifiesto de nuevos retos. Toda de azul llenando sus vacíos y con el empeño de alcanzar en grande sus propósitos.
Un show de expectativas se abría en el escenario de su vida. Atrás quedaba el pretérito ahogado de sus reminiscencias, los instantes efímeros vividos y los que a fuerza del amor y la constancia serían para siempre perdurables. Había sido difícil para ella romper con aquellas ataduras del espíritu y dejar en su pretérito atesorado todo el pragmatismo de una etapa que se debatía entre la espiritual sensibilidad de su talento y la prosaica funcionalidad de una mentira. Desafíos límbicos se atropellaban unos tras otros, inciertos panoramas de cambios radicales, tropiezos y difíciles disyuntivas: y atrás había quedado en otra latitud el cúmulo de sus instantes, sus recuerdos, su mundo y su vida.
Todo se acumulaba de una manera absurda ante sus ojos. La metamorfosis era visible en ella. Se cerraban todas las posibilidades de demostrar su intelecto, las oportunidades tenían nacionalidad y hablaban otra lengua . Esquemas burocráticos, incrédulos y hasta risibles, encuentros con la ineptitud y el poco sentido común, iban cerrando los senderos tantas veces dibujados con matices de voceros y defensores de sofismas, que pretenden engañar la inteligencia con nefastos castillos de arenas.
Y así pasaba el tiempo, inexorable y sin regreso, imponiendo sus axiomas y decretos y el mundo se iba haciendo cada vez más estrecho para ella, asfixiante e intolerable. La soledad la encerraba entre las rejas de la incomprensión, esa que castiga y golpea en medio de la lobreguez y la tristeza, esa que acosa y desespera, la que somete y desencadena el más depurado lirismo desde la contemplación solitaria del alma. El temor al desarraigo , la desconfianza y la inseguridad la iban atrapando en sus redes etéreas, la depresión la flagelaba sin piedad e iba dejando surcos y huellas que doblegaban su mundo subjetivo. Ya no vislumbraba el paraíso, había dicho adiós a sus sueños, todo se esfumaba en nubes de añoranzas y falsas ilusiones. Triste flagelo consumía sus anhelos día a día. Estigmas marcaban su rostro, sus brazos y su alma.
Y allí en el vacío de su existencia , aún moldeaba en su imaginación seres feéricos y sutiles que suavizaban los instantes en que su inspiración la hacía volar a las alturas y tocar la esperanza con sus manos . Y algún duende hacía la alquimia de sus versos conjurando los instantes y recuerdos en la divina sensación de un poema con las rimas de sus sentimientos más iluminados. Bendita teosofía de sus sueños , divina pretensión de esculpir su vida y sus recuerdos en rimas de espejismos y desiertos.
Allí evade sus angustias y se acerca al pretérito lejano de sus besos en cada noche de desvelo. Ahí permanece entre las sombras y el ascético abrigo de su soledad, como una mística eclosión del universo de su mundo interior melancólico y ajeno.
Un show de expectativas se abría en el escenario de su vida. Atrás quedaba el pretérito ahogado de sus reminiscencias, los instantes efímeros vividos y los que a fuerza del amor y la constancia serían para siempre perdurables. Había sido difícil para ella romper con aquellas ataduras del espíritu y dejar en su pretérito atesorado todo el pragmatismo de una etapa que se debatía entre la espiritual sensibilidad de su talento y la prosaica funcionalidad de una mentira. Desafíos límbicos se atropellaban unos tras otros, inciertos panoramas de cambios radicales, tropiezos y difíciles disyuntivas: y atrás había quedado en otra latitud el cúmulo de sus instantes, sus recuerdos, su mundo y su vida.
Todo se acumulaba de una manera absurda ante sus ojos. La metamorfosis era visible en ella. Se cerraban todas las posibilidades de demostrar su intelecto, las oportunidades tenían nacionalidad y hablaban otra lengua . Esquemas burocráticos, incrédulos y hasta risibles, encuentros con la ineptitud y el poco sentido común, iban cerrando los senderos tantas veces dibujados con matices de voceros y defensores de sofismas, que pretenden engañar la inteligencia con nefastos castillos de arenas.
Y así pasaba el tiempo, inexorable y sin regreso, imponiendo sus axiomas y decretos y el mundo se iba haciendo cada vez más estrecho para ella, asfixiante e intolerable. La soledad la encerraba entre las rejas de la incomprensión, esa que castiga y golpea en medio de la lobreguez y la tristeza, esa que acosa y desespera, la que somete y desencadena el más depurado lirismo desde la contemplación solitaria del alma. El temor al desarraigo , la desconfianza y la inseguridad la iban atrapando en sus redes etéreas, la depresión la flagelaba sin piedad e iba dejando surcos y huellas que doblegaban su mundo subjetivo. Ya no vislumbraba el paraíso, había dicho adiós a sus sueños, todo se esfumaba en nubes de añoranzas y falsas ilusiones. Triste flagelo consumía sus anhelos día a día. Estigmas marcaban su rostro, sus brazos y su alma.
Y allí en el vacío de su existencia , aún moldeaba en su imaginación seres feéricos y sutiles que suavizaban los instantes en que su inspiración la hacía volar a las alturas y tocar la esperanza con sus manos . Y algún duende hacía la alquimia de sus versos conjurando los instantes y recuerdos en la divina sensación de un poema con las rimas de sus sentimientos más iluminados. Bendita teosofía de sus sueños , divina pretensión de esculpir su vida y sus recuerdos en rimas de espejismos y desiertos.
Allí evade sus angustias y se acerca al pretérito lejano de sus besos en cada noche de desvelo. Ahí permanece entre las sombras y el ascético abrigo de su soledad, como una mística eclosión del universo de su mundo interior melancólico y ajeno.
Ella sabe que de reino no hubo nada,
ni el sublime mundo eterno de los sueños,
que la magia del amor truncó su nombre
en la triste soledad de su desierto.
Melancólica renace entre sus letras,
con la mística noción de su universo:
y en la rima espiritual de sus deseos,
va atrapando en su presente los silencios.
Ya no queda del azul más que el recuerdo
y el pretérito anhelado en cada sueño,
va dejando en el sendero sin regresos:
el enigma de un atávico misterio.
Triste destino el del emigrante, somos errantes en tierras exrañas, los cubanos conocemos de este dolor y el anhelo por regresar a la Isla nos va consumiendo.
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