Siempre atada a ese sueño
He de vivir así, siempre atada a ese sueño, asida a la esperanza que no muere en la noche, pues se nutre de aquello que supera el reproche y renace en el alba mientras prueba su empeño. Socorriendo al olvido va el mismísimo sueño que jamás envejece frente al necio fantoche, sabe de los milagros, del ansiado derroche del amor que ha jurado ser auténtico dueño. Y es que el mundo nos lleva de su mano hacia el cielo, ese límite hermoso que nos llena de gracia y atesora el oasis entre azar y desvelo. Lo genuino se expande, la osadía, la audacia desafían, se atreven bendiciendo el anhelo con mesura ingeniosa, voluntad, perspicacia. Mientras tanto me quedo con lo humilde y pequeño alejando el fantasma que ha jurado trasnoche y me entrego a la luna tan prendida a mi sueño.