Cuentan que el bosque lloraba.
Cuentan que el bosque lloraba si la veía partir, en solitaria llamada en cada luna de abril. Cuentan que el llanto dejaba huellas de extraño primor, cuando la noche apagaba en el lucero su voz. Cuentan que el velo dejaba en cada paso una flor y el nenúfar se cerraba con su lamento de amor. Siente la noche el vacío en su silencio fatal, cuando el fugaz desatino va sentenciando el final. Cuentan que el canto del hada en su periplo de azar, era plegaria y romanza de solitaria deidad. Cuentan que el bosque lloraba en su desvelo silente, sobre el sendero de rosas aquella noche celeste. Y el alquimista que cuenta de la ilusa despedida, entre las sombras discretas de la luna y de su enigma, sabe del canto del bosque y del amor que le inspira, cuando el llanto de sus ramas: dejan sus huellas divinas.