En tus brazos, mi dueño me enajeno

 


Besaría las huellas de tu aliento,
confusión que arrebata mi añoranza,
laberinto discreto de esperanza
levantisco rebelde en los intentos.

Acaricia el umbral de mis tormentos
la plegaria frugal de mi alabanza,
cuando siento el temor, la desconfianza
que acongoja el requiebro de lamentos.


Turbulento seduce mi frontera
el néctar del indócil desenfreno,
penetrando el primor de mi pradera.


  Indómito el placer de tu veneno
si siento humedecer en mi rivera:
que en tus brazos, mi dueño me enajeno.
 

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