A Gabriel García Márquez
Lacónico el adiós, parco y preciso
presume ante el espejo que no olvida,
los sueños de volar sin ataduras
y hacer del humanismo un escudero.
Estallan plañideras las colinas,
las lágrimas de ocasos lastimeros
conocen del amor en la espesura
y el eco magistral del intelecto.
Diluvio de esperanza en lo divino
revela el acertijo del enigma
y escruta más allá de la aventura
el firme compromiso del desvelo.
Solemne la verdad fiel y genuina
tallada sin censuras ni decretos,
es cómplice que inspira la mesura
y estrumpe con decoro al universo.
Epígono genial y convencido
de letras exponentes peregrinas,
nos dejas a Macondo cual fortuna
de insomnios, costumbrismos y revuelos.
Etéreas las memorias compartidas
sorprenden cotidianas los senderos,
auténticas sin sombras ni censuras
son eco del amor de nuestros tiempos.
La alquimia de lo mítico y ficticio
fue el mágico cincel de maravillas,
umbral universal de la cultura
y el délfico remanso del anhelo.
Alcorzan visionarias las cuartillas
perpetuas entre azares y desvelos,
crisoles de nostalgias en penumbras
y albores florecientes de renuevo.
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