El rocío del arpegio
Cuentan que un ángel guardaba
entre leyendas perdidas,
tantas páginas vividas
de amores que silenciaba.
Dadivoso atesoraba
el más frágil desatino
y hasta el beso libertino
del celoso caballero,
lo consintió lisonjero
el querube peregrino.
Vieron que al monte bajaba
para entretejer historias
en el hilván de memorias
que entre notas arropaba.
Su ternura superaba
lo trágico del abismo
del rencor, del egoísmo
y lo insano que lacera
el azul de primavera
y el rosicler del lirismo.
Dicen que al viento besaba
en la inquieta melodía
seductora en su ambrosía
a sus mimos se entregaba.
Amoroso cobijaba
el rocío del arpegio
compartiendo el privilegio
de la asombrosa aventura
que suspira en la locura
traviesa del sortilegio.
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