Cascadas de Luces: Ven Amor.: Ven amor , que inspiras mis enigmas, cual mágica virtud de tu sonrisa. Ven amor, anclada está mi alma si acaricia, la noch...
Tus zafiros encerrados con cerrojos libraremos del osado desconcierto, de azaleas vestiremos el desierto y un oasis nacerá sin más abrojos. Los geranios brillarań entre sonrojos y con orlas de azucenas nuestro injerto, dará rienda de emoción sin desacierto porque un sueño ha trascendido sus herrojos. En el arca del amor vive el desvelo y el sublime surtidor de la ambrosía que hermetizan los idilios imborrables. Y no hay reja ni entrenudo en este anhelo que detenga a la sublime poesía, ni al elixir de unos sueños inefables.
Extraño amor tus letras del silencio, extraño tu soñar con mi sonrisa, extraño en el aroma de ese beso, detalles que amanecen cada día. Extraño en ese toque de las almas sorpresas que regalan su porfías, de hablar este lenguaje sin palabras cual mito del amor y profecía, romance en el albor de la distancia que besa su nostalgia en poesía. Extraño tu sublime atrevimiento constancia que cautiva mis intrigas. Extraño el universo del suspiro que deja el resplandor de una caricia, en verbos que me atrapan y conquistan cual vástagos: renuevos de mi lira. Extraño entre las olas de mis tiempos relente de fugaz melancolía. Extraño en el volar de las gaviotas el beso de tus letras con las mías, conjuro de salitre en cada estrofa versado por la excelsa melodía. Señora del rimar de mis pasiones, acordes de ese mar que la armoniza en toques que acarician con la brisa la tierna sensación de las pupilas, perdidas anheladas a
El pincel dibujaba los trazos al descuido. Pretendía cambiar la vestimenta de una rosa . Ella simbolizaba la ternura, con aquel color que despedía sentimientos de melancolía desafiante y a la vez tierna. La artista se miraba en cada pétalo de aquella rosa, eran como espejos que duplicaban sus pesares, como si les hablasen a la estirpe aprisionada en la naturaleza misma de tantas y tantas contradicciones. El pincel moldeaba cada trazo, no había forma de armonizar los matices. Se mezclaban colores al azar, todos se confundían ante tan extraña sensación. Jamás habían visto llorar a una rosa y no eran solo sollozos plañideros, era angustia, impotencia, era defensa y reclamo, lloraba el duelo que despedía lo genuino de su esencia y la autenticidad de sus pétalos. La rosa derramaba tantas lágrimas que era imposible lograr la perfección y disimularlas en sonrisas. Y ella defendía su identidad, se identificaba con cada rasgo de su individual apariencia, le gustaba como era, no pretendía
Esperaré paciente la llegada del nuevo amanecer que osado inspira. Esperaré sin miedo en la algazara el eco que acompaña mi agonía. Esperaré en silencio la porfía del beso que se escapa con el alba. Esperaré en la duda la caricia jaspeando laberintos en mi alma. Esperaré la musa que me calma trovando mis anhelos y mis cuitas. Esperaré algún áncora que salva si acecha delirante una estampida. Esperaré el denuedo en la partida y el brío del valor que no amilana. Esperaré la audacia vespertina del reto delirante que me aclama. Esperaré la luz del anagrama y el franco entendimiento que concilia. Esperaré la impávida hojarasca el roce del tintero que improvisa. Esperaré lo insólito que irisa y ensalza el horizonte que arrebata. Esperaré la fuerza que me alista confiando en el edén de la alborada.
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